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Estudios del Natural

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Cuando uno estudia la psicología criminal, llega forzosamente a la conclusión de que la más peligrosa de todas las mentalidades es la del hombre desmesuradamente egoísta. Es este un hombre que ha perdido su sentido de la proporción. Su propia voluntad y su propio interés han borrado en él toda conciencia de sus obligaciones hacia la comunidad. El carácter impulsivo, los celos, la sed de venganza, engendran el crimen, pero el egoísmo llevado hasta la locura es el más peligroso y también el más odioso de sus progenitores. Sir Willoughby Patterne, el eterno prototipo de todos los egoístas, puede ser un personaje divertido e inofensivo a condición de que todo le vaya bien, pero basta con que le sea negado algo de lo que desea, para que de ello se deriven las más monstruosas consecuencias. Huxley ha dicho que en esta vida, uno está perpetuamente jugando una partida con un adversario invisible, que sólo deja sentir su presencia cuando uno comete una falta: entonces, le impone un castigo. El jugador que comete la falta de ser egoísta puede tener que pagar un precio terrible por ello. Pero hay algo inexplicable en las reglas de ese juego y es que algunos, que son sólo espectadores de la partida, pueden verse obligados a ayudarle a pagar. Lean la historia de William Godfrey Youngman, y vean lo difícil que es entender las reglas que rigen dichos castigos. Aprendan también que el egoísmo no es un pecadillo inofensivo, sino una malvada raíz capaz de producir los más monstruosos frutos. A unos sesenta kilómetros al sur de Londres, y cerca del balneario, bastante pasado de moda, de Tunbridge Wells, se halla la pequeña localidad de Wadhurst. Está situada en el condado de Sussex, aunque cerca de los confines del condado de Kent. Es una región de gran riqueza ganadera, y los granjeros son en ella una clase floreciente, pues se hallan lo bastante cerca de la metrópolis para beneficiarse del inmenso apetito de ésta. Entre esos granjeros vivía, en el año 1860, un tal Streeter, dueño de una pequeña granja y padre de una hermosa hija, Mary Wells Streeter.
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